Maldiciones generacionales

03.02.2011 22:30

Padre de la Gloria, en esta hora vengo tomando autoridad en el nombre de Jesucristo, bajo tu dirección y bajo tu protección.  Tu palabra dice que si no ato al hombre fuerte no podré quitarle lo que me ha robado (Mateo 12:29), por lo que vengo atando todo hombre fuerte en mi vida, en mi hogar, en mi trabajo; todo espíritu territorial es atado y amordazado y echado fuera, todo espíritu de confusión y de contienda es quitado, en el nombre de Jesús.  Te pido, Padre Celestial, que a través de tu Espíritu Santo traigas la revelación y la sabiduría y vengas a mí enseñándome, porque tu palabra dice que tu Espíritu Santo es quien me enseña.  Quiero gozarme con tu palabra, y ser verdaderamente libre.  Señor Jesús, si tú me libertas seré verdaderamente libre (Juan 8:36).  Confío en tu presencia y te doy la gloria y la honra a ti Padre, en el nombre bendito de tu hijo amado Jesús.

Las maldiciones generacionales es un tema del cual casi no se habla en las predicaciones.  Y cuando se toca, se hace superficialmente porque se necesitan muchas horas de estudio para desarrollarlo.  Pero trataremos algunos puntos importantes, confiando en que usted continuará su investigación, aplicándola a su situación personal.

Desde niños venimos arrastrando diferentes situaciones en nuestra vida.  Cuando conocemos el evangelio y nos damos cuenta que existen demonios y que influyen tremendamente en la vida de cualquier persona, la tendencia es buscar a alguien que ore por nosotros en liberación.  Ya sea que un pastor nos imponga sus manos, o que un siervo o sierva del Señor ore por nosotros.  Por lo general siempre estamos buscando que alguien haga el trabajo que nos corresponde a todos como hijos é hijas de Dios.

Esta labor no recae exclusivamente en el profeta.  Ellos son instrumentos usados por el Señor, pero nosotros también debemos aprender, saber que es lo que dice la palabra de Dios en relación a este tema.  En el libro de Marcos 16:17, el Señor nos da la autoridad para enfrentar al enemigo y echarlo fuera.  Entonces, hasta que no logremos entender este concepto vamos a estar sufriendo y quejándonos, siempre dependiendo de alguien para ser libres.  El Señor usa a sus siervos para traer salvación y liberación y para traer sanidad a su pueblo, es algo que no debemos negar, pero nosotros como hijos é hijas de Dios tenemos que entrenarnos en este campo; dice la palabra de Dios que por falta de conocimiento nosotros perecemos (Oseas 4:6), entonces sería más fácil buscar a alguien que postrarme y pedirle al Espíritu Santo que me de revelación de lo que está sucediendo en mi vida.

Para conocer lo que son maldiciones vamos a empezar por el principio y tomaremos como base el libro de Génesis 3:1-24.  Recordemos que el Señor creó a Adán y a Eva y los puso en el huerto.  El deseo, en el corazón de Dios, era que el hombre estuviera bien, que conviviera con las bestias del campo y que se enseñoreara de toda la creación que Él había hecho.  En el principio todo estaba solo y desordenado y el Espíritu de Dios se movía sobre las aguas, por lo que Dios comenzó a ordenar y a crear.  Cuando todo fue creado solamente faltaba el hombre.  “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza...” (Génesis 1:26); el Señor no dijo: voy a crearlo a mi imagen, pues tomó en cuenta el amor del Padre, al poder creador que es el Espíritu Santo, y a Jesucristo que es el poder de salvación.

Después de crear al hombre creó a la mujer, como ya lo conocemos.  Pero lo que queremos resaltar en esta cita bíblica es lo relacionado con la desobediencia del hombre.  La palabra de Dios es muy clara y nos dice que nosotros no debemos de agregar nada, que debe permanecer conforme fue dada a sus siervos en la antigüedad.  Pero lo que si podemos hacer es discernir y, con la revelación del Santo Espíritu de Dios, conocer que es lo que la Palabra no nos está diciendo literalmente, pero que está implícito en cada línea.

Hay tres aspectos importantes a destacar: 1- Adán y Eva no tenían generaciones anteriores a ellos, por lo que no sufrían ningún tipo de maldición generacional en sus vidas.  2-  No conocían el pecado pues fueron creados en santidad, en comunión directa con el Padre.  Ellos no sabían lo que era pecar.  3-  Por no saber lo que era el pecado, no conocían tampoco el perdón.  Nadie les había causado ningún dolor u ofensa como para que tuvieran que perdonar.  Adán no había ofendido en nada a su mujer como para que Eva lo tuviera que perdonar y lo mismo Adán, no tenía nada que perdonarle a su esposa, puesto que no había pecado en ellos, ni tampoco lo habían heredado.

Nuestros primeros padres tenían una advertencia de parte de Dios, cuando les dijo que podían comer y gozarse de todo lo que estaba en el huerto, excepto que del fruto que estaba en medio del huerto no podían comer, pues morirían.

En Génesis 3, vemos como Satanás se acerca a Eva astutamente para tentarla.  Tomó una orden que Dios les había dado y la disfrazó para hacerlos caer en desobediencia y por ende en pecado.

La orden que Dios le dio a Adán y Eva fue torcida por Satanás diciéndoles que no morirían físicamente, que Dios sabía que cuando ellos comieran serían abiertos sus ojos y serían como Dios sabiendo el bien y el mal.  Adán y Eva no fueron creados con el libre albedrío, solamente tenían que obedecer la orden de Dios de no comer de aquel fruto.  Cuando Satanás lanzó la red a la mujer, fue como poner en sus manos un manjar, pues ya estaba convencida de que no moriría físicamente y, por lo tanto, podría comer sin ningún problema.  La trampa de Satanás se extendió a Adán pues Eva le da del fruto prohibido y cae también en el pecado de desobediencia.

En ese mismo instante, se abre la puerta de desobediencia que ha generado grandes problemas a la humanidad, por todas las maldiciones que se han venido pasando de generación a generación.  Pero gracias al amor del Padre y a la obediencia de Jesús, esa acta de decretos que nos era contraria fue quitada de en medio de nosotros para tener el perdón de nuestros pecados y la salvación eterna.

La justificación de Adán, cuando Dios le pide explicaciones de su error, fue decirle que la mujer que le había dado fue quien lo hizo desobedecer y, a su vez, Eva se justifica diciendo que la serpiente la había tentado.  Ninguno de los dos asumió su pecado de desobediencia delante de Dios.  De igual manera, no podemos justificarnos delante de Dios diciéndole que actuamos de determinada forma por culpa de otra persona.  La desobediencia de ambos provocó la apertura, en el mundo espiritual, para que Satanás tomara derecho sobre las generaciones que preceden a Adán y Eva, hasta el día de hoy.

Desde que el hombre ha tenido consciencia del bien y del mal, desde que ha tomado sus propias decisiones, se ha desordenado todo a su alrededor, pues Satanás continúa actuando en la humanidad para que hagamos todo lo contrario a la voluntad y el propósito de Dios en nuestras vidas.  El Señor Jesús vino y dio su vida por nosotros y los que le hemos aceptado como nuestro único y suficiente Salvador hemos cerrado esa puerta, pero el mundo no la ha cerrado porque no ha aceptado a Jesucristo como su único y verdadero Salvador (Romanos 10:9).  Inclusive, vemos a hombres y mujeres que andan por el mundo, conociendo la palabra de Dios, pero no quieren obedecer a Dios.

Todo lo anterior es muy repetitivo en nosotros, lo hemos escuchado muchas veces y de muchas maneras pero siempre será necesario para que se active en nosotros esa chispa interna que continuamente nos está recordando de que esto es una verdad, que es parte de nuestra vida, que no la podemos esconder o evitar, porque es una verdad que está escrita en nuestro corazón, porque es donde Dios ha escrito su ley.

En Deuteronomio 28:15-68 leemos gran cantidad de maldiciones producto de la desobediencia.  Es importante recalcar el versículo 18 donde dice: “... maldito el fruto de tu vientre...”.  Que me está diciendo aquí la palabra de Dios? Que por mi desobediencia mis generaciones van a ser malditas.  Mis generaciones van a recibir esa herencia, tal como se menciona en el libro de Éxodo 20:5-6: “... porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen...” pero también dice: “... y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos.”  El punto es que seremos los responsables directos de lo que vayan a heredar nuestros hijos, nuestros nietos, y bisnietos, etc.  Ellos van a arrastrar nuestro pecado, como también lo hemos arrastrado de nuestros antepasados, tanto por el lado paterno como materno.  Estamos sufriendo diferentes situaciones adversas y no entendemos porque nos suceden, lo que menos entendemos es que en alguna de nuestras generaciones pasadas alguien desobedeció a Dios y abrió una puerta por medio de la cual el enemigo ha tenido derecho sobre nuestra vida y la de nuestras generaciones.  Estamos seguros que no hemos hecho nada malo como para provocar determinada situación en nosotros y hay personas que se preguntan: ¿que estaré pagando?, pero el Señor me dice en el libro de Oseas 4:6 que “Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento...”  A lo mejor nuestro tatarabuelo fue brujo y hemos estado muchos años en ocultismo, o estamos arrastrando pecados como el adulterio, la fornicación, drogas, borracheras, homoxesualismo, lesvianismo, muerte por accidentes fatales, embarazos en mujeres solteras, enfermedades como cáncer, ataques cardíacos, el caracter mismo., etc. En fin, sería una lista interminable de diferentes situaciones que no sabemos de donde se originan.  Pero si somos obedientes tendremos bendiciones como se menciona  en Deuteronomio 28:1-14.    Benditas serán nuestras generaciones si obedecemos (versículo 4).  Ahora bien, si tenemos conocimiento de causa de que somos herederos de una maldición nuestra obligación, como hijos de Dios, es pararnos en la brecha y ponerle un alto a esa maldición en nuestra vida y en nuestras generaciones.

A veces nuestra actitud es muy pasiva; cuando vamos al médico y nos dice que tenemos diabetes igual que nuestro papá, nuestra respuesta es pasiva con palabras como: voy a cuidarme, a tomar mis medicamentos, y simplemente aceptamos algo que como hijos de Dios no tenemos porque aceptar, sino que es una maldición que tenemos que quebrantar.  Cuando nos disponemos a la presencia del Espíritu Santo, recibimos la dirección para ir quebrantando toda maldición y ser libres de toda esa atadura.  Así como Satanás llegó a Eva en aquel tiempo, así mismo continúa llegando a nuestras vidas con tentaciones.  En el libro de Efesios 5:6 el Señor nos advierte claramente: “Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia.”    Tenemos libre albedrío para reconocer entre el bien y el mal.  Somos conscientes si nuestros actos nos convienen o no y si somos obedientes al Señor.  Cuando pecamos deliberadamente, teniendo conocimiento de que lo que estoy haciendo no le agrada a Dios, cometemos un pecado de iniquidad.  Estamos llamados a pararnos en la brecha por los pecados de nuestros antepasados y pedirle al Señor que quebrante toda maldición.

En el libro de Ezequiel 22:23-31 el Señor buscaba, en medio del pueblo de Jerusalén, a alguien que hiciese vallado y que se pusiera en la brecha delante de Él a favor de esa tierra para no destruirla por sus pecados, y no lo halló.  Que eso no suceda en nosotros, levantémonos con valor, con confianza en que el Señor perdonará los pecados de mis antepasados.

 Hagamos brevemente un análisis de nuestra familia actual, y de las raíces de donde venimos, de lo que está sucediendo en algunos miembros de nuestra familia, como por ejemplo: embarazos no deseados en madres solteras, abortos, alcoholismo, adulterio, drogas, asesinatos, etc., y todo lo que el Espíritu Santo nos revele y preguntémonos: ¿Estamos haciendo algo para pararnos en la brecha por estos pecados generacionales y cortarlos en nuestra vida y en la de nuestras generaciones pasadas y futuras?  La respuesta es muy personal y solamente tendremos victoria, en el nombre de Jesús, cuando nos metamos en su presencia y le pidamos perdón para que se cierre esa puerta de pecado que fue abierta generaciones atrás.

Nuestro clamor al Señor no es por nuestros antepasados que no van a saber nada, puesto que han partido, sino porque estamos sufriendo económicamente, tenemos problemas de salud, no tenemos una buena relación con los que nos rodean, iniciamos un proyecto y no logramos concluirlo, no tenemos estabilidad laboral, somos de carácter muy fuerte, entre otras cosas.  Todos los pecados de nuestros antepasados han traído desgracia a nuestra vida y a los nuestros.  ¿Que hubiera sucedido si Adán, como sacerdote de ese hogar, se hubiera humillado delante de Dios y le hubiera pedido perdón?  En Proverbios 26:2 dice que la maldición nunca viene sin causa, siempre hay algo que la genera, lo que va a producir un efecto negativo en nuestra vida.

Hay dos aspectos importantes en Éxodo 20 donde el Señor nos habla de sus mandamientos: A- Dios es celoso y visita la maldad de los padres sobre los hijos.  Nos está hablando de nuestras generaciones.  Nos dice que nuestros pecados actuales afectarán negativamente a nuestros hijos, a sus hijos y a los hijos de estos.  Que seremos los responsables directos de las maldiciones que han de llegar a sus vidas.  B- Hace misericordia a millares, a los que le aman y guardan sus mandamientos.  Nos está hablando de las bendiciones que recibiremos si somos obedientes.  Amar a Dios y cumplir sus mandamientos es obedecer a Dios.

El Padre tiene un orden en su palabra; si soy obediente Él me va a bendecir, pero si soy desobediente recibiré maldiciones.  Vamos a la iglesia en busca de que Dios nos hable a través de su palabra, pero no nos examinamos para saber en que áreas le estamos fallando.   La Palabra nos va a entrar por un oído y nos saldrá por el otro, porque no la estamos atesorando en nuestro corazón, porque hay algo que no nos permite tener una relación con Dios.  La única explicación para esto es que hay un espíritu inmundo que gobierna nuestra vida.

En lo espiritual no hay nada intermedio o somos fríos o somos calientes, pero a los tibios Dios los vomitará de su boca.  O estamos con el Señor o estamos con Satanás.  Si nos cuesta orar, si nos cuesta ayunar, si no vamos a su presencia y nos humillamos delante de Él, si no aprovechamos las oportunidades que Dios nos da para evangelizar, etc., es porque hay algo que está gobernando en nosotros que nos impide trabajar para el Reino libremente.  El diablo quiere vernos humillados en el fracaso, que no nos sintamos realizados y que nuestra actitud sea del pobrecito yo. 

¿Cuál fue la misión de Jesucristo en la tierra?  En Isaías 61:1-3 y en Lucas 4:18 se nos habla de su misión evangelizadora.  Leemos en Lucas 4:18  “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos.”  La misión de nuestro Señor fue venir a enseñarnos como quebrantar todas estas maldiciones, como ser obedientes al Padre.  El Señor nos dijo que cosas como esas haríamos y aún mayores porque Él iría al Padre.  Jesús vino como hombre, en carne y sangre, para enseñarnos que en esa condición podríamos vencer en su nombre, así como Él venció al mundo.  Jesús triunfó sobre toda hueste de maldad, sobre todo principado y potestad, porque fue obediente al Padre hasta lo último.  Nosotros podemos vencer al enemigo en el santo nombre de Jesús, si somos obedientes.  El velo fue rasgado y ahora tenemos comunión directa con el Padre Celestial, podemos acercarnos confiadamente a su trono, pero Satanás quiere evitarlo de alguna manera.  Nunca sentimos más hambre que cuando decidimos ayunar, pero cuando estamos afanados en otras cosas no hay tentación, porque Satanás sabe que estamos muy ocupados.  El enemigo va a continuar aprovechando cualquier oportunidad para tentarnos, pero nosotros somos más que vencedores en Cristo Jesús, Señor nuestro.  Somos nosotros mismos los que le damos al diablo un poder que no tiene, ya sea por temores o porque pensamos que va a tomar venganza.

Colosenses 2:8-23 y 3:1-4 nos habla de la plenitud de la vida en Cristo y de la oportunidad que tenemos de enfrentarnos a todas estas maldiciones y quebrantarlas.

“Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo.  Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad.  En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo; sepultados en él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos.  Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.  Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo, todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo.  Nadie os prive de vuestro premio, afectando humildad y culto a los ángeles, entremetiéndose en lo que no ha visto, vanamente hinchado por su propia mente carnal, y no asiéndose de la Cabeza, en virtud de quien todo el cuerpo, nutriéndose y uniéndose por las coyunturas y ligamentos, crece con el crecimiento que da Dios.  Pues si habéis muerto con Cristo en cuanto a los rudimentos del mundo, ¿por qué, como si vivieseis en el mundo, os sometéis a preceptos tales como: No manejes, ni gustes, ni aun toques (en conformidad a mandamientos y doctrinas de hombres), cosas que todas se destruyen con el uso?  Tales cosas tienen a la verdad cierta reputación de sabiduría en culto voluntario, en humildad y en duro trato del cuerpo; pero no tienen valor alguno contra los apetitos de la carne.  Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios.  Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.  Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios.  Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria.” 

Retomaremos los versículos 13, 14 y 15 para resaltar algunos aspectos importantes:

Nos dio vida juntamente con Él:  Ya no estamos muertos en el pecado.  Antes de iniciar su ministerio, Jesús pasó por un proceso de ser bautizado, vino el Espíritu Santo sobre Él y el Espíritu Santo lo llevó al desierto donde venció la tentación de Satanás.  Esto no has permitido que hoy tengamos vida juntamente con Él.

Él ha perdonado todos nuestros pecados:  Jesucristo tiene el poder y la autoridad para perdonarnos los pecados, pero tenemos que ser sinceros delante de su presencia y entregarle todas nuestras faltas.  Nadie puede burlar a Dios.  El Señor nos conoce perfectamente y si hay algo que aún nos causa problemas es porque no hemos querido entregarlo al Señor.

Nos dio poder y autoridad en su nombre:  Anuló el acta de los decretos que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz.  Por su sacrificio en la cruz, somos hechos hijos de Dios y como tales, tenemos autoridad para vencer a toda hueste de maldad.  Despojó al enemigo de su poder y de todas sus mentiras y lo humilló públicamente triunfando sobre todo demonio en la cruz.

No somos nosotros quienes quebrantamos las maldiciones, es el poder y la autoridad que viene a través de Jesucristo a nuestra vida.  Es el poder del nombre de Jesús.  Es el poder y la autoridad del hijo de Dios, Jesucristo, hecho hombre, quien murió y resucitó al tercer día, que el poder de Dios le levantó de entre los muertos y hoy está preparando morada para nosotros.  Es el poder de su nombre, que es sobre todo nombre, quien nos da esa autoridad para enfrentar al enemigo.

Ahora bien, ¿qué sucede en nuestras vidas cuando no hemos perdonado?  Jesucristo, en la cruz del calvario, mencionó estas palabras: “Señor, perdónalos porque no saben lo que hacen.”  Tenemos que ver más allá para entender que es lo que está detrás de esa persona que nos está dañando.  Satanás quiere que culpemos a nuestros hermanos, cuando en realidad es él quien nos hace daño, y no nos damos cuenta pues no tuvimos el discernimiento ni la sabiduría para saber quien es el que actúa.  Tratamos de evitar relacionarnos con algunas personas porque estamos resentidos o enojados por el daño que nos hicieron.

 En el libro de Mateo 6:5-15, el Señor nos ha dejado la oración que por excelencia tenemos delante de nuestro Padre.  Es muy claro como el Señor nos pide que perdonemos a quienes nos ofenden para que Él nos pueda perdonar.

Por la desobediencia del hombre entró el pecado en la humanidad y Satanás tiene ese derecho sobre las generaciones que igualmente desobedecen; pero por la obediencia de Jesucristo se cerró ese ciclo y ahora tenemos salvación en su nombre y poder para vencer.  Es urgente que perdonemos.  El poder sanador del perdón va a venir a nuestra vida quitando toda maldición.

Busquemos a Dios en espíritu y verdad, confiadamente, porque Él nos ama.

 

“Jehová, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿quién habitará en tu monte santo?  El que anda en integridad y hace justicia, y habla verdad en su corazón.  El que no calumnia con su lengua, ni hace mal a su prójimo, ni admite reproche alguno contra su vecino.  Aquel a cuyos ojos el vil es menospreciado, pero honra a los que temen a Jehová.  El que aun jurando en daño suyo, no por eso cambia; quien su dinero no dio a usura, ni contra el inocente admitió cohecho.  El que hace estas cosas, no resbalará jamás.” (Salmo 15)

 

Oración para quebrantar maldiciones

Padre de la Gloria, me postro en tu presencia para pedirte perdón por todo lo que he hecho que no ha sido de tu agrado y que ha contristado tu Santo Espíritu.  Me paro en la brecha de mis generaciones pasadas, maternas y paternas, para pedirte perdón por sus ofensas contra ti y que no les tomes en cuenta sus pecados.  Quebranto todo poder y derecho de Satanás sobre mi vida, en el nombre de Jesús, y declaro que soy libre de toda atadura heredada (aquí puede mencionar todo lo que le sucede).  También, quebranto toda maldición generacional sobre la vida de mis hijos-as, mis nietos-as, etc., declarando victoria sobre Satanás y sus demonios, en el nombre de Jesús.  Te doy las gracias Padre Santo que estás en el cielo, por librarme de las ataduras ancestrales y romper con todo este ciclo de maldición.  Toda la gloria y la honra sean para ti, Señor.  Amén.

 

Este ministerio HOREB LIBERACIÓN Y SANIDAD INTERIOR, otorga el permiso para que este material sea distribuido sabiamente. Solo les agradecemos nombrar la fuente de donde ha sido tomado.  Que el Señor les bendiga.