Invoca el nombre del Señor y serás salvo

04.06.2011 12:34

El anhelo de Pablo y su oración a Dios fue la salvación de Israel; y aunque este pueblo daba muestras de amar a Dios, no se movían por fe sino por obras, procurando establecer su propia justicia, tropezando en la piedra de tropiezo que es el Hijo Amado de Dios, Jesucristo.  Caso contrario de los gentiles que alcanzaron la justicia de Dios por medio de la fe. (Romanos 9:30-33, 10:1).

Israel, pueblo de corazón duro, no entendió (por lo que no aceptó) el regalo de Dios para sus vidas.  Crucificaron a Aquel en quien tenían la salvación eterna, porque no lo recibieron como el Mesías enviado desde el cielo: “A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron” (Juan 1:11).

No se sujetaron a la justicia de Dios como tenía que ser; en su lugar, se movían en su propia justicia. Pero Cristo vino a ser el fin de la ley, para justicia a todo aquel que cree (Romanos 10:4).  Para los que seguían la ley (y en nuestros días aún sucede...) era muy importante hacer todas las obras que pudieran y obtener el reconocimiento público, que los clasificaría en un nivel superior a aquellos que no actuaban por obras, pero la Palabra es muy clara: “...no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:9).

La justicia de Dios es por la fe (Romanos 10:6), y no hay forma de alcanzarla por medio de las obras.  La fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Hebreos 11:1), por lo que solamente tenemos que creer.  Pero la esencia del capítulo 10 de la carta a los Romanos es algo sublime, maravilloso y poderoso que nuestro Padre Celestial determinó para toda la humanidad, cual es: la salvación eterna para todo aquel que confiese con su boca a Jesucristo como el Señor y crea en su corazón que el poder de Dios le levantó de los muertos (v.9).  Jesucristo está sentado a la derecha del poder de Dios, y está preparando morada para los que han creído en Él.

Pero ¿por qué el pueblo judío no recibió a Jesucristo como su Mesías? La respuesta está en que no le conocieron.  ¿Cómo conocemos a una persona? Para decir que conocemos a alguien tenemos que saber de sus costumbres, como piensa, que le agrada, como se expresa, cuales son los temas de su interés, entre otros.  Conocer a una persona implica identificarnos plenamente con ella.  La gente que seguía a Jesús se identificaba con sus enseñanzas; querían estar en todo momento a su lado en cualquier lugar donde Él fuera.  Aquellos que verdaderamente querían alimentarse espiritualmente no pensaban en sus obligaciones, solamente querían estar al lado del Maestro y recibir todo ese tesoro de vida eterna.

Una verdad que Pablo predicó a las iglesias y que le fue revelada a través del Espíritu Santo de Dios dice: “...porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” (v.13).  Muchas personas han sabido acomodarse a este pasaje bíblico y les ha sido suficiente con tan solo invocar el nombre del Señor, sin asumir el verdadero compromiso que conlleva.  Son personas que continúan viviendo en su propia justicia y creyendo que son salvos por siempre salvos.

Para tener el conocimiento y la conciencia de lo que significa invocar el santo nombre del Señor para salvación, es necesario atender seriamente tres aspectos sumamente importantes, y que están contemplados en el versículo 14:

1-    “Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído?”

Como dijimos anteriormente para creer en alguien primero hay que conocerlo.  Sería muy difícil invocar el nombre del Señor si no se cree en Él; nuestro corazón no se abrirá para aceptar que es el Hijo de Dios y que fue enviado a la tierra para perdonar nuestros pecados y darnos la salvación eterna.

2-    “¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído hablar?”

No podremos creer en Jesucristo sino hemos oído hablar de Él.  No tendremos ninguna información de cual fue su misión en la tierra: 18 El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; 19 a predicar el año agradable del Señor” (Lucas 4:18-19).  Es muy obvio dirán algunos, pero para invocar el santo nombre del Señor tenemos que oír hablar de Él para conocerlo, lo que nos lleva al tercer punto.

3-    “¿Y cómo oirán sin haber quién les predique?”

Actualmente no podemos justificarnos diciendo que no hay manera de conocer a Jesús.  Tenemos muchos medios a nuestra disposición, pero la única fuente de donde proviene toda la enseñanza, a través del Espíritu Santo, es la Palabra de Dios: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos 10:17).  Para oír del Señor es necesario que nos alimentemos de las Escrituras, escuchar o ver programas de radio y televisión donde se predica la Palabra de Dios; y, por supuesto, congregándonos.  Existen miles de formas para conocer a nuestro Señor Jesucristo, de tal manera que no podremos decirle al Padre que no tuvimos la oportunidad de aceptarlo como nuestro salvador.

En síntesis, si oímos hablar de Jesús, creeremos en todo lo que hizo para darnos vida eterna.  De tal manera que podremos invocar el santo nombre del Hijo de Dios, conscientes de lo que estamos haciendo.

Por lo tanto, no se trata tan solo de abrir la boca e invocar el nombre de Jesús y continuar en nuestra vieja manera de vivir.  Al recibir la salvación a través de Su santo nombre, nuestra vida entra en un proceso de liberación y restauración espiritual, porque: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2Corintios 5:17).  De tal manera que ya no podremos seguir viviendo de la forma que lo hacíamos, como dice: “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud” (Gálatas 5:1).  Esto significa que tendremos que crucificar las obras de la carne (Gálatas 5:19-21) y dejar que el fruto del Espíritu (Gálatas 5:22-23) sea nuestro testimonio. 

“Pero los que son de Cristo han crucificado la carne
con sus pasiones y deseos”. (Gálatas 5:24)

 

Las obras de la carne:

19Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, 20idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, 21envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios”. (Gálatas 5:19-21)

 

El fruto del Espíritu:

22Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, 23mansedumbre, templanza, contra tales cosas no hay ley”. (Gálatas 5:22-23)

 

Este ministerio HOREB LIBERACIÓN Y SANIDAD INTERIOR, otorga el permiso para que este material sea distribuido sabiamente. Solo les agradecemos nombrar la fuente de donde ha sido tomado.  Que el Señor les bendiga.