El poder sanador del perdón

15.08.2010 12:23

Uno de los atributos de nuestro Padre celestial es ser un Dios perdonador.  Dios perdonará nuestros pecados y nunca más se acordará de ellos, sin importar lo grave que sea nuestra falta.  En el libro de Hebreos 10:16-17 dice:  "Este es el pacto que haré con ellos.  Después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones, y en sus mentes las escribiré, añade: Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones."  Esto quiere decir que la misma palabra de Dios nos juzgará.  En Juan 12:47-50 dice: "Al que oye mis palabras, y no las guarda, yo no le juzgo; porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo.  El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero.  Porque yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar.  Y sé que su mandamiento es vida eterna.   Así pues, lo que yo hablo, lo hablo como el Padre me lo ha dicho."  A veces no tenemos conciencia de las consecuencias que conlleva el conocer la Palabra de Dios.  Adquirimos un compromiso puesto que la Palabra se vuelve parte de nuestra vida, como respirar, dormir o comer.  No tendremos excusa alguna cuando estemos delante del Trono de Dios, para decirle que no sabíamos lo que estábamos haciendo.  ¿Por qué Dios actúa de esa manera con nosotros?  Porque el amor de Dios es tan grande y eterno que a través de su hijo Jesucristo nos dio vida y anuló el acta de los decretos que estaba en contra nuestra.  Cuando el Padre nos perdona olvida las faltas que hemos cometido contra Él y las deudas que tenemos con nuestros hermanos.  Nuestro Padre no guarda rencor, y no nos castiga por lo que hicimos una vez que nos perdonó.  Dios nos llama continuamente al arrepentimiento, para que nuestros pecados sean perdonados y vivir en la libertad que es en Cristo Jesús.  Colosenses 2:13-15  "Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz."  No podremos entender lo importante que es para nosotros perdonar a los que nos hicieron daño, hasta que nos humillemos delante del trono de Dios.  Cuando caminamos en la oscuridad de nuestros pecados no queremos venir a la luz de Cristo porque sabemos que nuestras obras serán reprendidas, como dice en Juan 3:20-21: "Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas.  Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios."  Cuando no perdonamos, nos convertimos en esclavos del pecado, pues la falta de perdón es un pecado.  Creemos que son las demás personas las que están en pecado por el daño que nos hicieron, y eso también es verdad.  Juan 8:34  "Jesús les respondió; de cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado."

Dios se compadece de su pueblo obstinado

Oseas 11:1-9

"Cuando Israel era muchacho, yo lo amé (Génesis 48:14-19), y de Egipto llamé a mi hijo.  Cuanto más yo los llamaba, tanto más se alejaban de mí; a los baales sacrificaba, y a los ídolos ofrecían sahumerios.  Yo con todo eso enseñaba a andar al mismo Efraín, tomándole de los brazos (Jeremías 31:20); y no conoció que yo le cuidaba".  Sin Embargo dice Dios...  "Con cuerdas humanas los atraje, con cuerdas de amor; y fui para ellos como los que alzan el yugo de sobre su cerviz, y puse delante de ellos la comida.  No volverá a tierra de Egipto, sino que el asirio mismo será su rey, porque no se quisieron convertir.  Caerá espada sobre sus ciudades, y consumirá sus aldeas; las consumirá a causa de sus propios consejos.  Entre tanto, mi pueblo está adherido a la rebelión contra mí; aunque me llaman el Altísimo, ninguno absolutamente me quiere enaltecer."

A pesar de todo Dios, en su inmenso amor y su misericordia, siempre nos va a perdonar.

"¿Cómo podré abandonarte, oh Efraín? ¿Te entregaré yo, Israel? ¿Cómo podré yo hacerte como Adma, o ponerte como a Zeboim? (Deuteronomio 29:23)Mi corazón se conmueve dentro de mí, se inflama toda mi compasión."

Pero Dios había hecho un pacto con Efraín a través de su abuelo Jacob...

(Génesis 48:14a y 19b)  "No ejecutaré el ardor de mi ira, ni volveré para destruir a Efraín; porque Dios soy, y no hombre (Números 23:19), el Santo en medio de ti; y no entraré en la ciudad."

Dios siempre desea la salvación del hombre

"Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna..." (Juan 3:16)

Sacrifica a su propio hijo para quitar el pecado del mundo y que la humanidad tenga un camino por medio del cual obtenga la salvación y llegue al Padre.  (Juan 14:6) "Yo soy el camino, y la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí".  Dios desea en su corazón que la humanidad se salve, que podamos gozarnos en la eternidad en Su presencia.  Sino fuera así, Él no perdonaría nuestros pecados.  La misericordia de Dios es tan grande y eterna (Éxodo 15:13) que el pueblo que salió de la esclavitud de Egipto siempre fue guardado y protegido con Su amor y Su poder.  De igual manera Dios, como en la antigüedad, nos da la oportunidad para volvernos a Él, para pedirle perdón, para ser liberados y sanados de nuestros pecados.  "Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él" (Juan 3:17)

Entonces, nosotros que hemos sido perdonados de todas nuestras faltas, y que tenemos la oportunidad de llegar a Su mismo trono, ¿cómo no vamos a perdonar a aquellos que nos han ofendido?  Lo que sucede es que siempre esperamos que nos pidan perdón, pero la realidad en que nosotros tenemos que perdonar primero. 

La oración que nos dejó Jesús

En el evangelio de Mateo 6:5-15, el Señor Jesús nos dejó la oración que por excelencia tiene que ser parte de nuestro diario vivir.

En esta oración le pedimos al Padre celestial que perdone nuestras deudas, "como también nosotros perdonamos a nuestros deudores".  El problema que tenemos es que queremos que Dios nos perdone, pero no nos damos cuenta de que aún no hemos perdonado a las personas que nos han hecho daño.  Como pues pretendemos el perdón del Padre si en nuestro corazón hay resentimiento.  Los siguientes versículos son muy claros y directos:”Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas." El que tiene oídos para oír, oiga.

Está muy claro, que nuestra obligación (más que un deber) como hijos de Dios, es perdonar a aquellos que nos han ofendido de una u otra forma.  Es una necesidad imperiosa (urgente) que tomemos la decisión de perdonar.  Ahora bien, vemos a nuestro prójimo como la fuente de nuestras desgracias.  Nos dejamos llevar por un sentimiento de ira y enojo, y muchas veces de venganza, hacia aquellos que nos han ofendido.  Por la terquedad de nuestro corazón (Romanos 1:21) es que no podemos ver lo que se mueve en el mundo espiritual.  Todo nuestro ser se encuentra bloqueado, manipulado y dirigido por el dolor y el resentimiento causado por el engaño y la traición.  Se crea en nosotros una raíz de amargura que nos separa del amor de Dios; por lo tanto, no somos capaces de entender y mucho menos de actuar en favor de nuestra liberación y sanidad espiritual, perdonando a aquellas personas que nos han ofendido.  En Levítico 19:18, el Señor nos dice: "No te vengarás, ni guardarán rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo.  Yo Jehová:"

Veamos un ejemplo claro sobre el perdón: En Mateo 18:23-35, se nos relata el caso de los dos deudores.  Aquel siervo iba a ser condenado por su rey, pero el siervo postrado le suplicó al rey que tuviera paciencia con él, y que le pagaría todo.  El rey tuvo misericordia de este siervo y le perdonó la deuda.  Pero este siervo tenía un consiervo que tenía una deuda pendiente con él.  Al verlo lo tomó por la fuerza y le obligaba a que le cancelara lo adeudado.  De igual manera, el consiervo se postró y le suplicó paciencia y le pagaría todo.  En los versículos del 32 al 34 leemos que el rey envió por su siervo y lo entregó a los verdugos, porque no tuvo misericordia de su consiervo como la tuvo con él.  Si no perdonamos a los hombres sus ofensas, tampoco Dios nos perdonará nuestras ofensas.  Es una realidad, una verdad absoluta, una ley que ha sido dada directamente por nuestro Padre celestial.  No se trata de que lo voy a pensar para perdonar; no se trata de que me tomaré todo el tiempo que quiera para perdonar.  Podría ser tentado en pensar que, de todos modos, esa persona me hizo daño y ahora tendrá que esperar.  Yo tengo el control de perdonar o no.  Nuestro Padre celestial no lo pensó para enviar a su Hijo al mundo, para que muriera por nosotros en la cruz del calvario y así ser redimidos de todas nuestras faltas.  ¿Daría usted a su hijo para la salvación de un pueblo o una nación?

El perdón es una decisión personal

Dios, a través de su palabra nos exhorta a amar a nuestro prójimo.  Es precisamente cuando somos obedientes a Su palabra, que vamos a recibir todas las bendiciones que tiene para nosotros (Deuteronomio 28:1-14).  Pero para perdonar con libertad, es importante conocer lo que dice la palabra de Dios, en relación a la lucha que tenemos en el mundo espiritual.  En Efesios 6:12 leemos: "Porque no tenemos lucha contra sangre y carne sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes."

¿Contra quién es nuestra lucha?

En Efesios 4:17-32, Pablo nos invita a despojarnos completamente del viejo hombre y de nuestra manera pasada de vivir, cuando estábamos sin Cristo.  Nuestra mente debe ser renovada y debemos vestirnos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.  Todo pensamiento y sentimiento contrario a la voluntad y el propósito de Dios para nosotros, tiene que ser arrancado de raíz de nuestro ser.  La verdadera libertad del espíritu y la sanidad de nuestro cuerpo residen en tomar la decisión de perdonar sinceramente delante de Dios.  Pero para lograrlo debemos aprender contra quien es nuestra lucha.  ¿Qué fue lo que provocó que Adán y Eva desobedecieran a Dios y comieran del fruto prohibido?  La orden de Dios fue directa y muy clara, en Génesis 2:16-17 leemos:”Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.”   En el libro de Génesis, capítulo tres, se nos narra todo lo acontecido con la desobediencia del hombre.  Génesis 3:1 nos dice:”Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Con que Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?".  ¿Cuál fue la respuesta de Adán cuando Dios lo confrontó con su pecado?  Génesis 3:12 dice: "La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí".  ¿Pero que fue lo que sucedió en realidad?  Eva fue tentada por Satanás, siendo controlada y manipulada para que desobedeciera el mandamiento de Dios.

¿Quién provocó que Adán pecara contra Dios?

Satanás, en forma de serpiente, vino a la mujer y la tentó para que desobedeciera a Dios.  Eva, por su parte, hizo lo mismo con Adán y éste también desobedeció la orden que Dios había dado.  La respuesta de Adán fue directa y sin pensarlo mucho.  Culpó directamente a su mujer.  No había en Adán el más mínimo discernimiento de cual había sido el origen de la tentación de Eva.  Y así sucede con nosotros.  Vemos a las personas que están a nuestro alrededor como los que originan el mal contra nosotros.  No podemos permitir que el enemigo nos engañe haciéndonos creer que es nuestra familia, nuestros amigos, o hermanos en Cristo quienes nos hacen daño.

¿Se han preguntado porqué la biblia nos dice que las armas de nuestra milicia no son carnales?  2 Corintios 10:45 nos dice:”... porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo".  La respuesta es muy simple:  Efesios 6:12 "Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes de maldad en las regiones celestes."  Satanás, nuestro enemigo espiritual, siempre va a querer tenernos encerrados en un estado de falta de perdón.  Esto lo puede lograr atacándonos con pensamientos de alguna herida pasada, para que a través de este proceso nuestra mente y nuestro corazón sean destruidos.  No tenemos que ceder a esos pensamientos.  Si en su mente hay un pensamiento como "es que no puedo perdonar, me cuesta mucho perdonar", demuestra que usted está completamente engañado por el diablo.  La lucha no es contra mi familia, mis vecinos, amigos o hermanos en Cristo; la batalla se libra en el mundo espiritual.  Es ahí donde los ángeles de Dios pelean contra los ángeles de Satanás.  Utilice las armas espirituales que son poderosas en Dios para destruir toda la obra del diablo.

A partir de lo anterior, ¿podríamos responder algunas de estas preguntas sinceramente?

  • ¿Quién me ha hecho daño?
  • ¿Quién de mi familia ha quebrantado mi corazón?
  • ¿Quién provocó la ruptura de mi matrimonio?
  • ¿Qué papel juega Satanás en los conflictos de mi vida?

 La gran pregunta de Pedro a Jesús

Mateo 18:21-22  "¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete?". Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aún hasta setenta veces siete."  Esto significa que tenemos que perdonar a quienes nos han hecho daño sin importar las veces que sea necesario, y sin mirar cuan grande ha sido la ofensa.  Cuando estudiamos el ministerio de Jesús (Lucas 4:18), nos damos cuenta que Él vino al mundo...

  • ... a sanar a los quebrantados de corazón.
  • ... a libertar a los cautivos y oprimidos.
  • ... a dar vista a los ciegos.
  • ... a dar buenas nuevas a los pobres.

Lucas 17:3-4 nos dice: "Mirad por vosotros mismos.  Si tu hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale.  Y si siete veces al día pecare contra ti, y siete veces al día volviere a ti, diciendo: Me arrepiento, perdónale".  Entonces, la gran pregunta para nosotros mismos sería:

¿Quiénes somos nosotros, que necesitamos siempre el perdón de Jesús, para no perdonar a los que nos ofenden?

Cuando repasamos la historia de José, vemos como fue echado por sus hermanos en una cisterna en el desierto, lo que provocó que fuera vendido como esclavo por los ismaelitas en Egipto a Potifar, oficial de Faraón, capitán de la guardia (Génesis 37).  Después de varios años hubo hambre en todos los países, mas en toda la tierra de Egipto había pan (Génesis 41:54), por lo que los hermanos de José fueron a buscar víveres a Egipto.  En los capítulos 45 y 46 la Biblia nos relata todo lo acontecido con el perdón de José hacia sus hermanos.

¿Por qué tengo que perdonar?

Jesús perdonó a sus enemigos hasta el último momento.  Ahí, en la cruz del calvario, pronunció estar palabras:  Lucas 23:34... "Padre perdónalos, porque no saben lo que hacen:"

Jesús no necesitaba que nadie lo perdonara.  Él es el Hijo de Dios, y vino al mundo a perdonar nuestros pecados y a deshacer las obras del diablo

(1 Juan 3:8b).  El Señor nos perdonará siempre porque sabe que no somos capaces de ver claramente en el mundo espiritual.

Hay dos razones muy importantes por las cuales tengo que perdonar:

  1. Tengo que perdonar para ser liberado y sanado de toda atadura y maldición generacional.
  2. Al perdonar a la persona que me ofendió, también es liberada de ese pecado en su vida.

Cuando perdono, lo hago delante del altar de Dios, para agradarlo a Él en obediencia y amor.  A veces, las personas no nos perdonan, ya sea por la dureza del corazón o porque definitivamente no quieren hacerlo.  Pero la paz y la seguridad que debo tener es que al perdonar a quien me hizo daño Dios mira mi corazón y es Él quien me perdona, aunque la persona no lo haya hecho, o del todo no lo quiera hacer.  De esta manera yo quedo liberado de esa atadura.  Pablo nos exhorta a quitar de nosotros todo lo que no conviene como hijos de Dios.  Efesios 4:31-32 nos dice: "Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia.  Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo:"

Esto nos llevará por el camino del perdón, de la comprensión, del amor y de la unidad como hijos de Dios.  Recordemos las palabras de nuestro Señor Jesús, cuando los fariseos le preguntaron:  Mateo 22:36-39  "Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley?  Jesús les dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma y con toda tu mente.  Este es el primero y grande mandamiento.  Y el segundo es semejante:  Amarás a tu prójimo como a ti mismo."

¿Cuáles son las consecuencias de no perdonar?

  • Es un obstáculo que influye negativamente en mi vida.
  • Me separa de las bendiciones de Dios.
  • Me hace perder la comunión con el Espíritu Santo.
  • Crea raíces de amargura que van a frenar mi crecimiento espiritual. (Hebreos 12:12-15)
  • Impactará negativamente a mis generaciones.
  • No permite que yo sea totalmente libre.  En la mayoría de los casos de liberación, la persona es totalmente libre hasta que decide perdonar.
  • Provoca que las demás ataduras que están en mí se hagan más fuertes, y me aten aún más en el mundo espiritual.
  • Me debilita espiritualmente todos los días.
  • Me separa de mis seres queridos.

¿Cuáles son las bendiciones de perdonar?

  • Perdonar me acerca a Dios.
  • Para recibir las bendiciones de Dios debemos otorgar y pedir perdón.
  • Cuando perdonamos somos obedientes y agradamos a Dios, pues Él mira nuestro corazón.
  • Recuperamos nuestra salud física, pues se quebrantan las maldiciones en nuestra vida.
  • Somos libres de la cautividad del resentimiento y de las raíces de amargura, sanándome física y mentalmente.
  • Se quebrantan las maldiciones en mis generaciones (hijos, nietos, bisnietos)
  • Recibimos sanidad del alma cuando perdonamos de una manera sincera y transparente.
  • Al perdonar o pedir perdón, liberamos a los demás de los pecados que cometieron contra nosotros.
  • Al perdonar, las heridas del corazón se sanan, se cierran y cicatrizan, y el recuerdo no nos dañará más.
  • Dios nos ve como obra terminada y de igual manera podremos ver a los demás.
  • El perdón es una decisión personal, que me lleva a la libertad espiritual.
  • Perdonar significa olvidar.
  • El perdón es un acto de amor, misericordia y gracia.
  • El perdón es una decisión de no guardar rencor a otra persona, pese a lo que le haya hecho.

¿Entonces, qué tengo que hacer?

  • Entrar en la presencia de Dios y arrepentirme, con todo mi corazón, de todos mis pecados y pedirle perdón.
  • Darle gracias a Dios por perdonarme, y no volver a caer en el mismo error.
  • Pedirle al Señor que me muestre las personas a quienes he dañado.
  • Pedirle a Dios que me llene de amor para llegar a esas personas y perdonarlas.

Por lo tanto dice la palabra de Dios

1 Juan 1:5-10   "Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él.  Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y  la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.  Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.  Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.  Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros."

2 Pedro 3:9     "El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento."

1 Juan 4:20-21     "Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso.  Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano."

Mateo 5:23:24     "Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda."

Este ministerio HOREB LIBERACIÓN Y SANIDAD INTERIOR, otorga el permiso para que este material sea distribuido sabiamente. Solo les agradecemos nombrar la fuente de donde ha sido tomado.  Que el Señor les bendiga.