El llamado del Señor

22.05.2011 23:15

Pablo fue un hombre con un corazón entregado totalmente al Señor desde que fue llamado para servir en la obra.  Anteriormente a eso, fue un hombre que perseguía a la iglesia de Cristo.  No le importaba si había dolor en los corazones; hacía su trabajo de una forma déspota y cruel.

“Y Saulo (Pablo) asolaba la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel”. (Hechos 8:3).  Pablo era cobrador de impuestos para el rey, y su trabajo lo cumplía a cabalidad sin mirar la condición económica de las familias; si no pagaban serían llevados a la cárcel.  Su corazón era duro como la piedra; no había en él ningún sentimiento de compasión o, por lo menos, algo de conciencia que pudiera ayudar a los que no podían pagar.  Sin embargo, el Señor conocía la profundidad del corazón de Pablo.  Sabía de lo que sería capaz de hacer cuando lo llamara a servirle.

En el libro de los Hechos de los Apóstoles (capítulo 9:1-19), podemos estudiar la forma como este hombre fue llamado poderosamente por el mismo Señor Jesús.  En el llamado de Pablo era necesario que el Señor fuera directo.  Dice la Escritura que cuando iba camino a Damasco “...repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo...” (Hechos 9:3b). Tanto lo impactó que cayó en tierra é inmediatamente el Señor le habló: “...Saulo, Saulo, ¿porqué me persigues?” (Hechos 9:4). El Señor lo conocía muy bien, sabía cual era el trabajo de Pablo como cobrador de impuestos y la forma tan cruel como trataba a las personas.  ¿Estaría en los planes de Pablo servir al Altísimo? Por supuesto que no.

La primera pregunta que hace Pablo después de escuchar la voz del Señor fue: “¿Quién eres, Señor?” (v.5) ¿Qué pregunta le haríamos al Señor si escucháramos Su voz en condiciones similares?  Su segunda pregunta fue: “Señor, ¿qué quieres que yo haga?” (v.6).  Una pregunta directa, sin cuestionamientos, sin querer saber más allá de lo que estaba sucediendo, sino reconociendo la autoridad de Jesús.  Ya Pablo estaba convencido que había llegado a él un poder sobrenatural y que era poderoso y soberano. 

En ese mismo instante salió a la luz el verdadero corazón de este hombre. Su carácter rudo fue transformado.  ¿Qué sucedió en Pablo que lo hizo cambiar radicalmente? Dios conmovió su corazón de piedra, lo sacudió tremendamente, arrancó de raíz todo argumento humano y fue sembrado el amor de Jesús.  ¿Actuaríamos como Pablo, o le pondríamos al Señor miles de justificaciones para no atender a Su llamado? De antemano, el Señor ya conoce cuáles serán nuestras respuestas.

Dice la Escritura que fue ayudado para entrar a Damasco pues estuvo ciego durante tres días.  No comía ni bebía nada, pero se mantenía en oración.  Al mismo tiempo el Señor llama a su siervo Ananías para que vaya donde está Pablo y ore por él.  Pero Ananías tenía referencias de lo cruel que era este hombre y de toda la maldad que hacía a los santos (cristianos) en Jerusalén.  Y el Señor le dice a Ananías: 15...Vé, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel; 16 porque yo le mostraré cuanto le es necesario padecer por mi nombre”. (Hechos 9:15-16).  Cuando Ananías ora por Pablo, éste recobra la vista y es bautizado en el Espíritu.

Pensaríamos que habría sido más fácil para el Señor llamar a una persona que estuviera en Sus caminos y que ya lo conociera a Él, posiblemente; pero el Señor no miraba lo que era Pablo, sino su verdadero corazón.

De igual manera hemos pasado desconectados del propósito de Dios en nuestra vida, afanados con todo lo que el mundo nos propone.  Ni siquiera pensamos en que Dios está mirando la profundidad de nuestro corazón.  Aunque el desierto en que estemos sea demasiado fuerte, aunque no entendamos las razones de nuestras pruebas, Dios puede llamarnos en cualquier momento para servirle, porque conoce muy bien la clase de instrumentos que seremos en Sus manos.

Pablo, fue transformado y bautizado en el Espíritu Santo para llevar el evangelio a todo lugar donde fuera enviado.  Enseguida comenzó a predicar a Cristo en las sinagogas (Hechos 9:20), y la gente se extrañaba cuando lo veían y decían: “... ¿No es este el que asolaba en Jerusalén a los que invocaban este nombre, y a eso vino acá, para llevarlos presos ante los principales sacerdotes?”, porque la gente no creía que este hombre tan radical en lo que hacía cambiaría de esa manera.  Sin embargo: “Saulo mucho más se esforzaba, y confundía a los judíos que moraban en Damasco, demostrando que Jesús era el Cristo” (Hechos 9:22).   
Otro ejemplo que nos muestra la Escritura es el caso de David.  El Señor envió a Su profeta Samuel a buscarlo a su propia casa para ungirlo como rey de Israel.  Nadie que conociera a este joven pastor habría podido asegurar que estaba en los planes de Dios que fuera el rey de una gran nación.  Los hermanos de David tenían mucho mejores cualidades físicas que él, eran altos, fornidos y hermosos. Cada vez que Isaí (papá de David) le presentaba a Samuel a uno de sus hijos, Dios hablaba a Su profeta y le decía que no era el escogido: “Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón”.
(1 Samuel 16:7).

El Señor nos mira mucho más allá de lo que aparentemente somos.  Decimos que conocemos a las personas que nos rodean porque sabemos de su carácter, de su personalidad o de su estilo de vida, pero estamos limitados en nuestra visión espiritual.

En los planes de este joven pastor no estaba el ser rey de Israel, pero los planes del Señor para su vida eran totalmente lo opuesto. Cuando de alguna manera deseamos servirle, Él actúa en nosotros conforme a Su corazón y no al nuestro; Dios es soberano y no va a hacer lo que nosotros queremos que haga, sino que estamos expuestos a que Su propósito se cumpla en nosotros a pesar de nuestros planes.

Dios está buscando hombres y mujeres que se rindan a Él.  Que le crean, que le adoren en espíritu y verdad.  Que el anhelo de sus corazones sea cumplir con la gran comisión, que dice: 19 Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; 20 enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén”. (Mateo 28:19).

Queridos hermanos y hermanas, no importa lo que estemos pasando ya sea en la parte económica, en lo sentimental, en lo espiritual o en las relaciones interpersonales, Dios está con nosotros hasta el fin del mundo.  La oración de Pablo por el pueblo de Colosas fue: “...no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual...” (Colosenses 1:9).  Pablo sabía de la necesidad que tenemos de conocer a Dios, de conocer Su voluntad pero con sabiduría divina, no humana.  No importa si lo entendemos o no; al ser llenos de la sabiduría e inteligencia espiritual caminaremos conforme al corazón de Dios.  Tendremos la valentía de depositar en Sus manos todo lo que nos sucede, confiados en que Él tiene el control absoluto de nuestra vida.  Por eso Hebreos 11:1 nos habla de lo que es la fe: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”.

Un versículo impactante como el que leemos en Isaías 14:27, nos aclara el panorama de que el propósito de Dios se cumplirá en nuestras vidas, aunque nuestro análisis diga otra cosa: “Porque Jehová de los ejércitos lo ha determinado, ¿y quién lo impedirá? Y su mano extendida, ¿quién la hará retroceder?    

Cuando tomamos en serio hacer lo correcto y actuamos con determinación, nos volvemos osados y valientes frente a cualquier adversidad.  Podríamos decir que somos personas de carácter, pero sino tomamos la determinación de actuar en fe cumpliendo el propósito por el cual hemos sido llamados, se podrá comparar a tratar de atrapar el aire en nuestras manos.  La determinación nos lleva a tomar acción en el campo de la fe, pues la fe sin obras es muerta: “Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma”. (Santiago 2:17).

Como resultado de conocer la voluntad de Dios para nuestras vidas, la Escritura nos dice en Colosenses 1:10-14, lo siguiente:

- Andaremos como es digno del Señor, agradándole en todo.

- Llevaremos fruto en toda buena obra.

- Creceremos en el conocimiento de Dios.

- Seremos fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de Su gloria, para toda paciencia y longanimidad.

- Daremos gracias al Padre con gozo.

- Seremos hijos aptos para participar de la herencia de Sus santos.

-   Nos librará de la potestad de las tinieblas.

- Seremos trasladados al reino de Su amado Hijo, en quien tenemos redención por Su sangre, el perdón de pecados.

El evangelio que hemos recibido desde el momento en que conocimos a Cristo tiene que llevar mucho fruto (Juan 15:8).  Nuestro corazón es la tierra fértil donde va a germinar la semilla del evangelio.  Ya no pongamos más escusas al llamado del Señor, no nos justifiquemos más.  Dios está buscando hombres y mujeres que sean valientes y no teman servirle en esta maravillosa obra de ganar almas para Cristo.

 

Escudriñando las Escrituras

35Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. 36Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor. 37Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. 38Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies”. (Mateo 9:35-38).

 

14Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. 15Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer”. (Juan 15:14-15).

 

“No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé”. (Juan 15:16).

 

Este ministerio HOREB LIBERACIÓN Y SANIDAD INTERIOR, otorga el permiso para que este material sea distribuido sabiamente. Solo les agradecemos nombrar la fuente de donde ha sido tomado.  Que el Señor les bendiga.